Pascal Nicolas-Le Strat

Una exigencia de civilidad

Esta exigencia se nos planteó imperiosamente al conocer a Rita y a su familia después de que les expulsaran ilegalmente, junto a otras familias de gitanos romaníes, de la casa en la que vivían en Cluj y les trasladasen a las afueras de la ciudad  para acabar viviendo en condiciones absolutamente indignas.

Pero estuvo presente cotidianamente durante las tres residencias y a lo largo de los numerosos encuentros con inmigrantes y habitantes. ¿Qué nos motiva a acudir al encuentro de otra persona en su hogar o en su lugar de trabajo? ¿Qué sentido tiene este encuentro? ¿Qué sentido tiene para la persona que encontramos? ¿Y para el artista o el sociólogo? ¿Qué se construye en  ocasión de este encuentro? Si las migraciones constituyen el corazón de la construcción europea, los encuentros, a su vez, han constituido el corazón del proceso de elaboración de las “correspondencias”. Artistas y sociólogos comparten entonces la misma inquietud: la necesidad de hallar una forma apropiada para estos encuentros. ¿Cómo conseguir que nuestra intención sociológica o artística no violente a las personas participantes? Una violencia simbólica y afectiva provocada por la generación de ciertas expectativas de mejora de su situación, que no podemos hacer realidad. A nivel personal, una de las mayores lecciones de estas “Correspondencias Ciudadanas en Europa” ha sido la atención dedicada al momento del encuentro, tanto  por la parte de los artistas, como por parte de los coordinadores y de los investigadores. Cada uno de nosotros, desde nuestras competencias y nuestro ámbito de trabajo,  hemos invertido en ese bello y ambicioso alegato democrático: cómo comportarse de forma respetuosa con las personas con las que llevamos a cabo un diálogo que dura el breve tiempo de una residencia y del que, no obstante, esperamos mucho (participación, contribución, implicación). Cuando hablo de esta exigencia de civilidad lo hago desde un punto de vista explícitamente político y emancipador, en ningún caso moralizador.

Las “Correspondencias Ciudadanas en Europa” han formulado y puesto en práctica un arte de la civilidad, y cada Correspondencia realizada por un artista restituye un aspecto, ilustra una dimensión. La construcción europea exige una política de civilidad sólida y auténtica, que vincule a la vez la atención al otro (civilitas) y la necesidad de vivir en juntos (civis). No es mi intención instalar la benevolencia en realidades sociales que continuarán siendo fundamentalmente injustas, ni apoyar discursos compasivos que sólo sirven para disimular la vacuidad de muchas políticas públicas. La cuestión es más ambiciosa. Re-inscribir la civilidad en el seno de nuestras prácticas sociales nos obliga a imaginar y a promover nuevos estilos de vida y de intercambios, más respetuosos con las personas y menos violentos.  Este reto nos es común, ya que constituye nuestra común democracia. A lo largo de la experiencia de “Correspondencias”, fue una de nuestras mayores preocupaciones. Tal y como sugiere Étienne Balibar, la civilidad es sin duda el mejor recurso democrático del que disponemos para contrarrestar la violencia que padecen los sin papeles, los inmigrantes, los pobres y la multitud de personas sin derechos. La civilidad comprende múltiples tipos de luchas: las luchas del día a día, generalmente discretas, nos implican a todos a nivel personal, pero sobre todo a cada uno de nosotros en relación con el otro. Estas luchas de civilidad se emprenden cada vez que acontece un suceso particularmente dramático, pero mantienen su presencia e insistencia en la vida diaria ya que de lo que se trata es de conseguir que cada migrante o cada habitante sea reconocido como miembro de pleno derecho de su barrio y de la sociedad. Estas luchas toman necesariamente la forma de batalla de uno contra uno mismo, debido a los prejuicios que inevitablemente constituyen nuestro bagaje, pero no pueden  reducirse a esta exigencia moral, que se ejerce a título puramente personal. Nos implican a todos colectivamente porque el reto es imaginar, crear y experimentar formas diferentes de encontrarse y de vivir juntos.

Desde este punto de vista, una experiencia artística como la de “Correspondencias” aporta un ladrillo significativo a este edificio democrático y subversivo que es la civilidad, todavía en construcción.